A menos de dos años de que inicie la carrera presidencial del 2024, el Presidente Andrés Manuel López Obrador quiere pasar a las páginas de la historia de este país como el “gran destapador”, y para ello está perfilando a varios de los integrantes de su gabinete quienes se muestran disciplinados, ambiciosos, ingenuos… Pero como diría Mateo (22:14) “Muchos son los llamados y pocos los escogidos”.

Según el presidente de la República, la sucesión presidencial ya no se definirá por “dedazo” como le hacían los neoliberales, sino por las apuestas, perdón, las encuestas de su partido. De ahí saldrá el candidato, al que obviamente apoyará; mejor aún, estaría dispuesto a hacer campaña con el elegido/a. Lo observadores políticos objetivos e imparciales apuntan que si AMLO no le ayuda al sucesor/a en su campaña, nada más no gana. Con más razón si es la señora Claudia Sheinbaum, quien desde que arrancó su gobierno parece ser lo que antes se conocía como “delfin“ (a) prematuro.

Habría que recordarle a Andrés Manuel, que los “delfines tempraneros” nunca llegaron a la presidencia de la República. El último, Luis Videgaray Caso, quien se sentía el sucesor de Enrique Peña Nieto desde que éste ganó las elecciones, terminó repudiado por los mismos integrantes de su partido, y prácticamente exiliado. Felipe Calderón también tuvo su “delfín tempranero” — Juan Camilo Mouriño—pero se le murió en un avionazo. Vicente Fox pensó que su esposa Martha Sahagún podría ser su sucesora, y le “dio manga ancha”, pero Alfonso Durazo Montaño la “bajó del caballo”. Podíamos seguir hablando de los “favoritos” de los presidentes en turno para la sucesión, que nunca llegaron, pero…

López Obrador insiste en que está inaugurando una nueva etapa en la carrera presidencial que viene, dando a conocer los nombres, y hablando linduras, de los integrantes de su gabinete que están en la lista de aspirantes y suspirantes. Pero lo único nuevo es que los reúne en Palacio Nacional y les hace creer que todos tienen posibilidades, lo que no es cierto. El único o la única que va a llegar es la que él quiera. ¡O sea, no se hagan bolas!